Solo un sueño...
Tocan a la puerta.
—¿Quién es? —pregunta ella, su voz sonando del otro lado, firme, casi como un muro.
—Soy yo —responde él, apenas un susurro ahogado en pausas.
—¿Qué quieres? —replica ella, esta vez en un tono aún más fuerte, que corta el aire.
—Hablar… —dice él, su voz entrecortada, apenas sosteniéndose.
El silencio se extiende, pesado y denso. Ella aprieta la perilla, su mano temblando mientras intenta girarla. Algo la frena. La duda, el miedo, recuerdos que atraviesan su mente.
—¿De qué quieres hablar? —logra decir al fin, sin abrir la puerta.
—Te extraño… —susurra él, la voz quebrándose—. No puedo dejar de pensar en ti. Cada día que pasa siento más el peso de lo que hice, de lo que arruiné. No quería perderte, quería que fuéramos felices. Que cuando nos viéramos, siempre estuviéramos sonriendo, como al principio. Fueron días cortos, pero hermosos, y… me equivoqué. Lo siento tanto.
Él apoya la frente contra la puerta, y las lágrimas comienzan a caer, una tras otra. Tras una pausa, respira hondo y continúa.
—Sé que las promesas pueden sonar vacías ahora… pero nunca volveré a lastimarte. Solo quiero ser lo mejor de mí, lo mejor para ti.
De pronto, el discurso se ve interrumpido: ella abre la puerta. Lo observa con lágrimas en los ojos, sus rostros reflejan un dolor compartido. Ella estudia sus ojos húmedos, sus mejillas rojas, y esa pequeña sonrisa rota al verla. En ese instante, se lanza hacia él… solo para despertarlo abruptamente, arrancándolo de esa fantasía.
La realidad lo golpea. Ella ha seguido adelante; él jamás sabrá si habrían sido felices juntos. Sus palabras nunca la alcanzaron; él se queda solo, en una vida en la que las segundas oportunidades son solo sueños.
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